Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO



Comentario

CAPITULO XX


Dase noticia de algunos reinos comarcanos a estas Islas de

Japón y trátanse algunas cosas según la noticia más verda-

dera que por aquellas partes se ha tenido y de ciertos mila-

gros que acaecieron en el reino de Cochinchina, que fue-

ron notables



Desde la ciudad de Macao, que está poblada de portugueses y asentada en la falda de tierra firme de la tierra de China en 22 grados, caminó el dicho Padre Ignacio para Malaca pasando por el Golfo de Ainao, que es una isla y provincia de la China, cinco leguas de la tierra firme y de las Filipinas 180. Es una provincia muy rica y de muchos mantenimientos; y en un Estrecho que se hace entre ella y la tierra firme hay muy gran pesquería de perlas y aljófar, y las que se hallan exceden en muchos quilates a las que se traen de Varen, que es en la costa de Arabia, y las que vienen de Manar, que es otro reino de donde vienen muchas al de la China. Esta provincia de Ainao es muy buena y fuerte, y la gente de ella dócil y bien inclinada.

Desde esta isla al reino de Cochinchina hay 25 leguas y desde Macao 125. Es un gran reino y está en 16 grados de altura y por una parte pegado con la tierra firme de la China. Todo él se reparte en tres provincias: La primera entra 40 leguas la tierra adentro y hay en ella un reino poderoso. La segunda está más metida en la dicha tierra y es señor de ella otro Rey de mayor poder que el primero. Y junto a ésta, más hacia el Septentrion está la última, que es mucho mayor y más rica, cuyo Rey es respecto de los otros dos como Emperador, y así lo llaman en su lengua turquín, que lo significa. Están a él sujetos los otros dos primeros Reyes, y él con ser tan poderoso y que le llaman Emperador, lo está al Rey de la China y le paga parias y tributos. Es tierra muy bastecida de mantenimientos y tan baratos como en la China, y hay en ella mucho palo del Aguila y otro que llaman calambay, que es así mesmo muy oloroso; y mucha abundancia de seda y oro y de otras cosas curiosas. Todos estos reinos están muy a pique de reducirse a nuestra santa fe, porque el Rey principal a quien dan el título de Emperador ha enviado diversas veces a Macao y a otras partes donde hay cristianos a pedir le envíen personas doctas y religiosas que los instruyan en la ley de Dios, porque están todos determinados de recibirla y de bautizarse; que esto lo desean con tantas veras, que en muchas ciudades tienen la madera cortada para edificar iglesias y apercebidos los demás materiales para eso necesarios.

Un religioso descalzo de la Orden de San Francisco que estaba en Macao sabiendo el buen deseo de este Rey, le envió un paño grande en que estaba pintado el juicio y el infierno de muy buena mano, con ciertos mercaderes portugueses que entraban en su reino, y una carta por la cual le significaba tener grandísimo deseo de ir con algunos compañeros a su reino a predicar el Santo Evangelio. Recebido todo por el dicho Rey e informado de lo que significaba la pintura y del religioso que la inviaba se holgó en extremo con el presente, inviando otro muy bueno en retorno al dicho religioso y una carta muy comedida aceptando el ofrecimiento que por la suya le había sido hecho, y prometiendo por ella a los que fuesen todo buen tratamiento y de hacerles luego casa junto a la suya. El religioso, aunque deseó poner en ejecución la voluntad del Rey, no lo pudo hacer por entonces a causa de tener pocos compañeros: de donde vino el dicho Rey a sentirse y a inviar a pedir al Obispo de Macao por tres o cuatro cartas los dichos religiosos, con certificación de que teniéndolos, él y los de su reino recibirían la fe de Cristo y el santo bautismo. A las cuales respondía siempre con prometimiento de que se los inviaría; y que como después no lo cumpliese, se quejó el Rey de ello a unos portugueses con mucho sentimiento, diciendo: Este vuestro Obispo de Macao mucho miente, pues con haberle pedido con cuatro cartas me inviase religiosos para la predicación de la ley evangélica y él prometido condecender con mi voluntad, nunca me ha cumplido la palabra.

Hasta el día de hoy no han conseguido este deseo por la mucha falta que hay de ministros que piden en todas aquellas partes y no poder suplir su necesidad, si no fuese dejando desamparados a los ya bautizados, entreteniéndolos con buenas esperanzas y promesa de que con la mayor brevedad posible satisfará su deseo. Y ésta fue la respuesta que dieron en Macao a ciertos mensajeros o embajadores a quien invió el sobredicho Rey con este recado, que hicieron en su demanda muy gran instancia. Los cuales para su consuelo y el de aquellos que los habían inviado, llevaron consigo todas las imágenes que pudieron haber, y en especial la de la cruz, a cuya traza y modelo han hecho en todo aquel reino, según se ha entendido, infinitas y puéstolas en todas las calles, caminos y casas, donde son veneradas y reverenciadas con mucho acatamiento, así por insignia de Cristo, cuya fe desean recibir, como por un milagro que acaeció en aquel reino, notable y digno de hacer de él particular mención, el cual pondré aquí de la manera que los embajadores dichos lo contaron públicamente delante de los moradores de Macao cuando vinieron a pedir los religiosos para que los instruyesen en el Evangelio.

Un natural de este reino por ciertas ocasiones se salió de él y vino a vivir entre los portugueses. El cual, viendo las ceremonias cristianas y tocado de la mano de Dios, se bautizó y estuvo algunos años en aquel pueblo dando muestras de ser buen cristiano y temeroso de Dios, al cabo de los cuales mudó de parecer y acordó de volverse a su tierra y en ella vivir según lo que de los cristianos había aprendido, que creí á lo podría hacer fácilmente sin que hubiese cosa que lo contradijese. Adonde como llegase y guardase las cosas a que como cristiano estaba obligado, y entre otras señales que de ello daba fue que hizo una cruz y la puso cerca de la puerta de su casa, a quien hacía reverencia todas las veces que pasaba por donde estaba aquella señal, jamás por ellos vista, y que aquel cristiano le hacía particular y clara reverencia. Comenzaron a burlar de él y de la Santa Cruz, derribándola de donde estaba puesta y haciendo otras cosas en menosprecio de ella y del que la había puesto en aquel lugar; y llegó la descortesía a ponerles en ánimo de quemarla y a ejecutarle por obra. Luego al punto milagrosamente murieron todos los que la querían quemar, viéndolo otros muchos que dieron de ello bastante testimonio; y dentro de pocos días siguieron el propio camino todos los del linaje de los muertos, sin escapar uno solo. Divulgado este milagro por todo el reino, pusieron luego los naturales de él muchas cruces por todas partes, a quien adoran y hacen reverencia y particular veneración. Esto dicen fue el principal motivo que Dios puso en sus corazones para moverlos a que pidiesen quien los bautizase y predicase el santo Evangelio; ayudando también a ello la declaración de la pintura ya dicha que el religioso envió al Rey.

Después acá han ido a la ciudad de Macao algunos naturales de este reino que, aficionados a nuestra fe, se han bautizado allí: con lo cual y con la esperanza dicha se sustentan todos hasta que Dios sea servido de enviarles el remedio que para sus almas les ha hecho desear, que no debe estar muy lejos de ellos según lo que se ve y las maravillas que Dios obra para encenderles más su deseo, como el milagro de la cruz ya dicho y otros que contaron ciertos cochinchinas el año de 1583 en la mesma ciudad de Macao que había sucedido aquel propio año y estaban muy frescos en la memoria de todos los de aquel reino. Uno de ellos fue que, como uno de los cristianos arriba dichos fuese a visitar a un hombre principal que estaba paralítico en la cama muchos años había y tratando con él de su larga enfermedad viniese a contar algunos milagros de los que había entendido que había hecho Cristo nuestro Redentor (cuando estuvo hecho hombre) entre los hombres, a quien redimió, y en particular los que había hecho sanando semejantes enfermedades que aquella que él tenía con sola su divina virtud y tocarles con alguna parte de su vestidura y sombra. Oyendo esto el juez y cobrando particular fe y devoción al que le decía el cristiano había hecho los milagros, le preguntó el nombre y las señas que tenía: y como le dijese que el nombre era Jesús Nazareno, Redentor del mundo y Salvador y Glorificador de los hombres, y para mejor declararle las señas le llevase una imagen que de él tenía, que se la dieron cuando se bautizó estampada en papel, y era de Jesucristo que subía a los cielos para que a falta de Iglesia la tuviese consigo e hiciese a ella oración. El enfermo la tomó y le clavó los ojos con tanta devoción y fe, que suplicándole luego le diese salud y que creería en él y se bautizaría, al mesmo punto a vista de todos se sintió y halló sano de la enfermedad que había tantos años que padecía sin haber bastado para ello ningún remedio humano, aunque había hecho infinitos. Hizo luego al cristiano que lo bautizase, al cual dio mucha suma de dinero que la recibió contra toda su voluntad y la despendió en obras pías, y con una parte compró una barca grande en la cual pasa el día de hoy gente por un río donde solía peligrar mucha y lo hace por amor de Dios y sin recibir por ello premio alguno.

Pocos días después en otra parte de este reino aconteció otro milagro no menor que los primeros y fue que como un cochinchina en la dicha ciudad de Macao pidiese el santo baptismo a un religioso descalzo, y él habiéndole catequizado bastantemente se lo diese, y después de haberle tenido mucho tiempo consigo y hecho experiencia de su cristiandad y devoción, le diese licencia para volverse a su tierra con designio de que en ella procurase augmentar el deseo de la cristiandad que ya Dios había comenzado a encender en sus pechos, el bueno del nuevo cristiano lo procuró con tanto cuidado, que hacía muy gran provecho ayudado del favor de Dios que, tomándole por instrumento, sanaba algunas enfermedades, mostrando a los que las padecían una imagen de Nuestra Señora que tenía al cuello, en quien tenía gran devoción, y diciéndoles con muy gran devoción la oración del Pater Noster. Vino a divulgarse tanto su fama por todas las partes de la provincia donde vivía, que llegó a los oídos de un Mandarín o juez principal de ella que estaba muchos días había en una cama gafo de pies y manos, sin haber bastado para darle salud médicos ni medicinas ni otro remedio humano. El cual, deseoso de sanar, invía llamar al dicho cristiano y le pidió si se atrevería a sanarlo de aquellas enfermedades como le afirmaban lo había hecho con otros de otras mayores. Como el cristiano le dijese que sí, y el juez por ello le prometiese grandes dádivas, despreciólas él pidiéndole solemnemente por premio que, después de sano, se bautizase y volviese cristiano. Lo cual aceptado por el Principal, le mostró la imagen que traía de Nuestra Señora diciéndole: Si tú creyeres en esta Señora que está aquí estampada y en su santísimo Hijo Jesucristo Redentor del mundo, luego serás sano. Miróla el Mandarín o Juez con mucha atención poniéndola así mismo en las palabras que había oído, y determinado de creerlo, al punto que lo puso en ejecución, fue sano de toda su enfermedad, cosa que puso gran admiración en toda aquella Provincia.

Estos milagros que se divulgaron en breve tiempo y el de la Cruz ya dicho, han puesto tanto deseo a los moradores de aquel reino de hacerse crustianos, que lo procuraron por todas las vías y modos a ellos posibles, y no lo consiguen por falta de ministros, como ya queda dicho, que no es poca lástima para los que cristianamente se pusiesen a considerarlo y vieren que el demonio nuestro adversario lleva a sus infernales moradas las almas que parece estar dispuestas para poder gozar de Dios y de sus eternos bienes, y que esto es por falta de ministros y no por otro defecto. Remédielos Dios que puede.

Contóme el dicho Padre Ignacio, a quien como he dicho sigo en muchas cosas de este Itinerario, que como pasase por este reino para venir a los de España y viese la devoción de la gente de él y el gran deseo que tenían de ser cristianos y que la gente era muy aparejada para recibir el santo Evangelio y muy humildes y de buenos entendimientos, se quiso quedar a bautizarlos y lo hiciera por sola caridad y compasión de ver la devoción con que lo pedían y las muchas almas que se condenaban, sino porque le era forzoso llegar a Malaca, y por parecerle que para tanta gente podría con sus fuerzas hacer poco y que era mejor venir a España y procurar compañeros que le ayudasen, como lo hizo, y vuelve con ellos y con muchas gracias del Papa Gregorio XIII, de felice memoria, y grandes favores de la Majestad Católica del Rey Don Felipe nuestro señor y con confianza de que la Divina le ha de dar su particular auxilio para salir con esta empresa, que no será pequeña. Creo por muy cierto que dentro de poco tiempo estará todo aquel reino sujeto a la santa fe católica romana y que ha de ser la puerta por donde entrará la Ley evangélica en el gran reino de la China, por estar este de Cochinchina en la mesma tierra firme y se[r] casi la lengua y costumbres de una manera.

Es gente muy blanca la de estos reinos y anda vestida como la de la China, y las mujeres son muy honestas y vergonzosas y su traje muy curioso y galano. Traen los hombres el cabello muy largo y suelto, y cúranlo con demasiado cuidado. Visten casi todos de seda, porque se cría mucha y muy buena en toda la tierra, la cual es sanísima. Está llena de viejos y niños, que es harta prueba de su bondad. Dicen que nunca jamás en ella ha habido pestilencia ni hambre, que es lo mismo que dijimos del reino de la China.

Hágalo el que lo puede hacer para que aquella infinidad de almas que están el día de hoy debajo de la tiranía del demonio, se vean en la cristiana libertad, y gocen de la otra vida a su Criador.